jueves, 7 de abril de 2011

Hasta luego.


Hace mucho tiempo, yo solía coger el bolígrafo y mi libreta preferida. Esos dos objetos que amaba tanto, que hacían de mis tardes ratitos más amenos, que me hacían olvidar los malos recuerdos. Simplemente, me sentaba en la cama, me concentraba, y dejaba volar mi imaginación. Escribía sobre cualquier cosa que me viniese a la cabeza. Instantes graciosos, minutos de desesperación, amor incondicional, amistades nuevas o, quizá, perdidas hace mucho tiempo. Luego, me paraba un minuto, reflexionaba, y lo leía en voz alta. Como yo sólo sé leer mis fragmentos.
Hace tiempo que el bolígrafo está en la mesa, justo en la esquina derecha de aquella libreta. Por las mañanas los miro y les pido perdón, por olvidarles. ¿Quizá ya no tengo tiempo? ¿Quizá la imaginación me ha abandonado? O, simplemente, no sirvo para esto.

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