miércoles, 2 de abril de 2014

Creer o no creer.


Me ahogo.
Y todas las promesas que me hice a mi misma sobre la felicidad se esfuman como el humo de un cigarro. Debemos fijarnos en las pequeñas cosas que nos da la vida, suelo decir para engañarme. Ya. ¿Pero acaso eso equilibra toda la mierda que nos viene encima? Creo que no.
Miedo a perderle. Miedo a perderme a mi misma. Estoy perdiendo el control de la situación, de mi mente, y mi corazón se acelera. Palabras sin sentido, sentimientos sin palabras.
Me siento llena. De angustia, por supuesto. Y esta jodida soga que aprieta mi cuello. Mi respiración. Descontrol. ¿Qué hago mal? ¿Dónde está la línea recta que seguían mis pies?
Tan solo me preocupo de salvar a la gente de mi alrededor de cualquier tipo de dolor. ¿Y quién me salva a mí de mí misma?
Y se acumulan los problemas, en un rincón de mi alma, pudriendo mis entrañas hasta que sale disparado por la boca. Sí. Soy una borde. Pero no es culpa mía. Es culpa vuestra.

Respira. Aguanta un segundo. Cierra los ojos mientras te duela y aprieta los puños. Adelante. Se puede aprender a sufrir.