lunes, 17 de marzo de 2014

Digamos que estoy rodeada de libros.

Digamos que estoy rodeada de libros.
Todos tienen unas tapas preciosas, increíbles, de estas que hacen que quieras volver a la librería corriendo para comprarlos por si alguien acaba con todas las existencias. Y en la sinopsis, sus palabras te maravillan, te llenan la boca, y el alma.
Pero comienzas a leerlos a fondo, fijándote bien en los detalles, en su ser. Y te decepcionan. Te esfuerzas por acabar de leerlos, pero te cuesta, lo das todo y mil veces piensas en cerrarlos y terminar con el problema, pero sigues ahí, abriéndolos cada noche para ver si, quizá, en alguna parte de la historia, cambian.
Pero tal vez... tal vez no lo hagan, nunca.
Y acabarás leyéndolo entero, aborreciéndolo hasta la muerte, deseando encontrar la fuerza suficiente para sostener hasta el final un ápice de interés.

Pero la esperanza desaparece, tan rápido como el tiempo que has malgastado leyendo aquel libro.

Y esta es la metáfora literaria que puedo deducir de mi simple y estúpida vida.


viernes, 14 de marzo de 2014

"IT"

Ella le sostuvo la mirada, serena.

-Oh, ¿por qué no? Seamos francos y llamemos a las cosas por su nombre. Me estaba ahogando. Descubrí las anfetaminas dos años antes de conocerte; un año después, la cocaína, que era todavía mejor. Una anfeta en la mañana, coca por la tarde, vino por la noche y un Valium a la hora de acostarme: las vitaminas de Audra. Demasiadas entrevistas importantes, demasiados papeles buenos. Daba risa de tan parecida a los personajes de Jacqueline Susann. ¿Sabes cómo imagino ahora ese período, Bill?

-No.

Ella bebió un sorbo de té sin dejar de mirarlo a los ojos y sonrió.

-Era como correr por la rampa móvil del aeropuerto de Los Ángeles, ¿comprendes?

-No, no del todo.

-Es una rampa móvil de unos cuatrocientos metros.

-Conozco la rampa, pero no sé qué estás...

-Si te quedas de pie en ella, te lleva hasta la zona de entrega de equipaje. Pero no hace falta que te quedes inmóvil, puedes caminar o correr y parecería que lo estás haciendo como de costumbre porque tu cuerpo olvida que estás agregando velocidad a la de la rampa. Por eso al final han puesto esos letreros que dicen <Circule despacio, rampa móvil>. Cuando te conocí, me sentía como si hubiera salido a toda carrera por esa rampa a un suelo que ya no se movía. Mi cuerpo iba a nueve kilómetros por delante de mis pies. No se puede mantener el equilibrio. Tarde o temprano te caes de narices. Pero yo no me caí, porque tú me sostuviste.

Apartó el té para encender un cigarrillo sin dejar de mirarlo. Él sólo vio que le temblaban las manos por el imperceptible estremecimiento de la llama que se movió de lado a lado antes de encontrar el extremo del cigarrillo. Ella aspiró profundamente y exhaló un hálito de humo.