sábado, 31 de marzo de 2012

Quedó atrás.

Duermen sobre la noche las palabras olvidadas por el paso del tiempo, atacadas por el viento, descansan en el pensamiento, como un recuerdo oscuro entre luces de ausencia y pasados acabados. Quietas, como si nunca hubieran sido escritas por mi corazón aquella noche, directas al tuyo, chocando contra el muro que te protegía de la palabra amor, se desvanecieron invisibles y cayeron en el grito silencioso del adiós.

Lejos quedan las noches de necesitarnos, los largos segundos de silencios que daban paso al amor y su significado, las palabras que aún existentes han perdido el valor para dos corazones jóvenes que ya nunca volverán a tener el mismo compás. Es curioso el imparable movimiento del tiempo que vive en la distancia de nuestros cuerpos, como el misterio de cómo he conseguido vivir sin su sombra a mi lado todo este tiempo de pena y olvido.

jueves, 15 de marzo de 2012

Sé que aún estás.

Recuerdo que aquel día no amaneció. No para mí. El cielo estaba negro, azechando, mirándonos desde allí arriba, riendo, haciéndonos saber que el diluvio estaba cerca. Ocultaba el sol con sus intensas nubes, como una gran tela sin imperfecciones, llenándonos a todos de tristeza. Al menos, eso vi yo. Recuerdo que solo una pequeña porción del cielo brillaba, un diminuto rayo de luz se escapaba por unas no muy bien juntadas nubes. Recuerdo que no dejaba de mirar aquella porción, buscando alguna razón que me explicará porqué pasó, porqué fuiste tú quien se fue. No encontré explicación.

El coche seguía avanzando, pero mi ventanilla no perdía de vista aquel rayo de luz. Cada vez quedaba menos para llegar, miré nerviosa a mis padres, cordialmente vestidos de negro, y a mi hermana, ignorante a todo lo que pasaba. No conseguía retener las lágrimas, y mis padres no se atrevían a abrir la boca. ¿Sabes? Fue la primera vez que recé, recé a todos los dioses que conozco, incluso a los mitológicos. Seguía convencida de que todo era una broma, una gran broma de mal gusto, que llegaría a tu casa y saldrías por detrás de tu padre, gritando ¡sorpresa! y riendo. Pero no pasó. Recogimos a tu padre, enfundado en lágrimas. Me dio un abrazo, seguro que lo viste, ¿verdad? No sé cuánto tiempo estuvimos así, no sé cuánto tiempo te busqué con la mirada por detrás de la enorme espalda de tu padre. No saliste, no te vi.

Dime cuánto tiempo tardaré en escucharte otra vez, cuánto tiempo tardaré en comprender que quizá fue mejor. Dime cuánto tiempo más estaré escribiendote para acercarme más a ti, para poder sentir que no es tu fin, que sigues aquí. Me cuesta tanto entender que estás bien, que me sigues mirando desde donde estés, que vives en mí. Solo dime el tiempo que tiene que pasar para verte una sola vez, solo una vez más.

En días como estos, en los que pienso que el mundo se derrumba ante mí, que siento que soy tan solo una mota de polvo de entre toda la galaxia, te necesito. Necesito escuchar el teléfono, saber que eres tú, que me consueles y me hagas reír, que me hagas rabiar y te amenace con colgar. Necesito que vengas a verme, que me acaricies el pelo, que me digas 'tontaca', que me chupes los ojos si lloro, que molestes a mi madre, que te sientas como en tu casa, que todo sea como antes. Necesito todos esos detalles de ti...