domingo, 9 de octubre de 2016

Aprendí del fallo pero lo repetí aposta.

Hoy ha sido uno de esos días en los que vacío mi habitación de ropa, papeles, zapatillas y objetos que guardo, a veces sin sentido, a veces con mucho más significado del que debería.

Mientras lo hacía, y echando una mirada atrás en el tiempo, me he dado cuenta de que todas y cada una de las veces que me dedico a esta tarea, significa mucho más que un simple arranque de limpieza. Pienso que vaciando mi cuarto y deshaciéndome de cosas ordenaré mi cabeza. Y no.

Es como la sutil diferencia entre estar ocupada o no tener absolutamente nada que hacer. Tengo pánico a ese momento en el que, de repente, todas las cosas que obviabas ocupando tu mente, aparecen de repente en una noche en la que te cuesta dormir más de lo normal. Y ya estás perdida.

Como una montaña rusa, hay días en los que te sientes en lo más alto y no miras hacia abajo. Otros, sin embargo, te encuentras tan abajo que desaparece el apetito. Pero lo peor es cuando bajas de la atracción y ves que no es para tanto, que te volverás a subir, y que volverá a pasar lo mismo. Tropezar con la misma piedra es una condición humana. 

Y es que no existen culpables en esto del amor. Aunque ni si quiera lo considere amor. Pero una cosa tengo clara, y es que no voy a volver a culparme, a dañarme pensando que siempre soy yo la que da el paso que conlleva al error. Quizá todo venga de antes, o quizá todo haya llegado ahora. 

Puede que parezca que esté loca, sí. Me encanta reírme por nada y sé que me comporto de una forma que poca gente aguanta a veces, pero no quiero cambiar. De vez en cuando, cuando miro por la ventana, sueño con irme lejos, lejos de donde ya creo que nadie me entiende, que nadie va a poder comprenderme nunca.

Es como lanzarse desde un edificio, sabes que vas a terminar muriendo, pero aún así disfrutas del cosquilleo.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Lo que quieras.

En alguna parte, en un artículo de revista, leí que el 7% de los accidentes automovilísticos quedaba sin explicar. No había fallos mecánicos, ni excesos de velocidad, alcohol o mal tiempo. Simplemente, un coche se estrellaba en alguna parte desierta del camino, y el conductor moría, incapaz de explicar qué sucedió. El artículo incluía una entrevista a un agente de policía que opinaba que muchos de esos choques inexplicables se debían a la presencia de insectos en el coche: avispas, arañas, polillas... El conductor se asusta e intenta aplastar al insecto en cuestión, o bajar la ventanilla para dejarlo salir. De este modo, pierde el control y ¡bang!, se acabó. Y el insecto, por lo general ileso, se va zumbando alegremente de entre el montón de restos, en busca de más tiernos pastos.

La historia de una vida secreta, donde contar que le conociste ya no tiene sentido, ni continuidad. Total, es siempre la misma historia. Crees que eres de roca, pero realmente estás hecha de barro. ¿Y a los meses? Hasta nunca. Pero aquí estamos, de nuevo, perdiendo el control por alguien que, en cualquier momento, se irá volando hacia otro destino. ¿Y tú? Desapareciendo de nuevo. Quemando el libro y buscando un folio en blanco. No volverá a pasar, dices. Cuéntamelo dentro de un tiempo.

miércoles, 13 de enero de 2016

Cóctel molotov.

En algún lugar en la oscuridad un perro ladró. Me asusté, suspiré, y seguí caminando, como siempre hago. Justo cuando parecía que mis ojos empezaban a acostumbrarse a la falta de luz, algo dentro de mi cabeza volvía a apagar las luces. Caminaba a tientas, pero tranquila, procurando levantar bien los pies para no tropezar con ninguna de las piedras del camino, aunque pese a eso seguía topándome con alguna que otra roca un poco más grande de lo normal. La música sonaba en mis oídos, eterna compañera, silenciadora de problemas. Ni si quiera tenía claro ya hacia dónde me dirigía, cuál era mi dirección, ni mi destino; pero necesitaba seguir caminando, la soledad era la única que podía despejar mi cabeza, mis pensamientos, mi locura. Una locura que deseaba ser compartida, una locura demasiado pesada como para ser transportada por un solo cuerpo. Cada vez que una canción terminaba el miedo me invadía, me sentía sola y mi corazón latía más rápido de lo normal hasta que una nueva melodía comenzaba a escucharse por los auriculares. Era un tiempo efímero que me tentaba a mirar hacia atrás, para cerciorarme de que nadie me seguía. Quizá tan solo eran tres segundos de temor, tres simples segundos, qué tontería, ¿verdad? Qué lento pasa el tiempo cuando caminas a ciegas. Otra canción sonaba, pues, otra canción cargada de recuerdos, buenos y malos, que me transportaban a otro lugar, en otro tiempo; y volvía a encontrar el valor para seguir caminando, sin pensar en nada más, sin detenerme a cuestionar mis decisiones, ni a plantearme mi final. Al fin y al cabo, todo el mundo, inevitablemente, tenemos un destino prefijado. 
"En algunas ocasiones él le decía que se adelantara y lo esperara; pero nunca llegaba."

miércoles, 6 de enero de 2016

A SANGRE FRÍA.

- Tengo mucho miedo, Myrt.
- ¿De qué? Cuando te llega el momento, te llega. Y no te van a salvar las lágrimas. Cuando murió Homer gasté todo el miedo que llevaba dentro y todo el dolor también. Si anda alguien por ahí con ganas de cortarme el cuello, le deseo mucha suerte. ¿Qué más da? En la eternidad todo es lo mismo. Porque recuerda esto: Si un pájaro llevara la arena, grano a grano, de uno a otro lado del océano, cuando la hubiera transportado toda, habría llegado solo al principio de la eternidad. Así que suénate.