De pronto una imagen totalmente innecesaria cruzó mi mente. Mi pequeño primo jugando con canicas en mi jardín. Pensé que mi cerebro estaba preparado para ir pasando las diapositivas de mi vida y solté un gemido de terror. Pero no fue así. Sin dejar de correr mis manos movieron la mochila hacia delante y la abrieron. Mis manos palparon la pequeña red que contenía aquellas esferas de colores y las solté a mi espalda. ¿Funcionaría? No estaba segura, pero la oscuridad obstaculizaba los reflejos y aquello fue suficiente. Un ruido sordo. Maldiciones. Ventaja. Mis manos siguieron hurgando en la mochila en busca de cualquier otra cosa que me proporcionase más margen. Fui deteniéndome poco a poco y me puse el pasamontañas. Tarde o temprano aparecerían entre la oscuridad del túnel y no podían verme. Sabía que él había metido una 9mm dentro de la mochila que tantas veces usé para ir a clase, pero yo no era así, ¿verdad?. Pero para entonces ya la tenía entre las manos y apuntando a las sombras. Los guardias aparecieron de entre las tinieblas, enrojecidos por la carrera y jadeando como los perros que eran.
-Bienvenidos a mi pesadilla.