sábado, 5 de septiembre de 2015

...marchándote.

Así que te vas y hay un impulso de mirar atrás, de mirar atrás solo una vez mientras se extingue el crepúsculo para ver ese severo horizonte por última vez. Pero tal vez no sea buena idea mirar atrás; así lo dicen todas las leyendas. Recuerda a la mujer de Orfeo. Es mejor no mirar atrás. Es mejor creer que habrá finales felices en todas partes. Y bien podría ser así. ¿Quién puede decir que no existen los finales felices? No todos los barcos que se pierden en la oscuridad desaparecen para siempre; si algo enseña la vida, al fin de cuentas, es que, a fuerza de abundar los finales felices, es preciso poner en duda la racionalidad de quien no cree que Dios exista.
Por eso: aléjate pronto, mientras la última luz se escurre, pon distancia entre tú y los recuerdos, pero no entre tú y el deseo.
Y eso queda: el recuerdo de aquello que fuimos y el viento que soplaba aquella noche.
Pon distancia y trata de mantener la sonrisa. Sintoniza la radio y ve hacia toda la vida que existe con todo el valor que puedas reunir y toda la fe que logres invocar. Sé leal, sé valiente, aguanta.
El resto es oscuridad.