sábado, 5 de septiembre de 2015

...marchándote.

Así que te vas y hay un impulso de mirar atrás, de mirar atrás solo una vez mientras se extingue el crepúsculo para ver ese severo horizonte por última vez. Pero tal vez no sea buena idea mirar atrás; así lo dicen todas las leyendas. Recuerda a la mujer de Orfeo. Es mejor no mirar atrás. Es mejor creer que habrá finales felices en todas partes. Y bien podría ser así. ¿Quién puede decir que no existen los finales felices? No todos los barcos que se pierden en la oscuridad desaparecen para siempre; si algo enseña la vida, al fin de cuentas, es que, a fuerza de abundar los finales felices, es preciso poner en duda la racionalidad de quien no cree que Dios exista.
Por eso: aléjate pronto, mientras la última luz se escurre, pon distancia entre tú y los recuerdos, pero no entre tú y el deseo.
Y eso queda: el recuerdo de aquello que fuimos y el viento que soplaba aquella noche.
Pon distancia y trata de mantener la sonrisa. Sintoniza la radio y ve hacia toda la vida que existe con todo el valor que puedas reunir y toda la fe que logres invocar. Sé leal, sé valiente, aguanta.
El resto es oscuridad.

jueves, 6 de agosto de 2015

Página 966.

Pero no había resultado así. La energía que uno derrocha siendo niño, la energía que uno cree inagotable, se escapa entre los dieciocho y los veintidós años reemplazada por algo mucho menos brillante, tan falso como la exaltación de la cocaína: decisión, metas, cualquiera de los términos que propone la Cámara de Comercio. No era nada notable porque no aparecía de un momento a otro, con un estallido. Y eso es lo que daba miedo. El hecho de que uno no deja súbitamente de ser niño. El chico que llevábamos dentro se escurre poco a poco, tal como el aire de un neumático pinchado. Y un día, al mirarnos al espejo, nos encontramos con la imagen de un adulto. Uno podía seguir llevando vaqueros y asistiendo a los conciertos de rock, uno podía teñirse el pelo, pero la cara del espejo seguía siendo cara de adulto. Tal vez todo ocurría mientras dormíamos, como la visita de los ratones que se llevaban los dientes de leche. Pero no se llevan los dientes, sino los años.

viernes, 31 de julio de 2015

Que apaguen el sol de una vez

Viernes que parecen domingos. Domingos de peli, sofá, manta y alguien especial. Alguien especial que no existe. Días en los que te das cuenta de todas las cosas que has hecho mal y te preguntas cuántas veces más tropezarás con la misma piedra. Al final la piedra se va a pensar que soy gilipollas.


domingo, 28 de junio de 2015

,,

Siento que todavía no me conozco. Que ni si quiera sé diferenciar mis sentimientos. Creo que no sé estar sola y por ello me dejo llevar. Y me dejo influenciar y dejo de ser yo. Ya no sé quién soy.

domingo, 22 de marzo de 2015

Comparación.

Como leí hace poco, cuando las palabras se te acumulan tanto en la garganta que no consigues ni escupir una triste lágrima lo más adecuado es escribir. Así que allá voy.


¿Conocéis esos carriles de frenado de emergencia, que se ponen al final de una bajada demasiado inclinada, por si a algún vehículo le falla el sistema de frenado? Se denominan "zona de escape" y yo vivo en el interior de una de ellas.
Mi vida era monótona, solitaria, no tenía ninguna prisa y me desvié del camino porque pensé que sería divertido. La novedad. Tenía bien agarrado el volante, quería ser rebelde, notar la adrenalina. Probar cosas nuevas, vivir experiencias jamás soñadas, descubrir nuevos lugares. Pero la realidad me ha golpeado la cara y ahora tengo miedo. Veo el final del carril y no quiero estrellarme. El muro está cada vez más cerca.
Deseo dar marcha atrás con mi coche, pero la palanca de cambios se ha bloqueado. Parece que él ha decidido que le gusta ese camino, está cómodo, se ha divertido y quiere volver a hacerlo. No ve el muro que yo veo porque, ¡qué coño!, los coches no tienen ojos. Avanzo a velocidad de vértigo y cada vez veo con más claridad la inmensidad del muro que me espera al final. ¡Maldita sea, vamos, responde!
El muro está a tan solo unos centímetros y yo me tapo los ojos. De pronto, el coche se para, como si me diera la opción de seguir con él o bajarme y caminar sola como al principio, hacia mi vida pasada y monótona, pero políticamente correcta y socialmente aceptada.

¿Qué es lo que quieres?