Él estaba allí, sentado en el banco dónde solían quedar. Aún no se hacía a la idea de que ella lo hubiera abandonado. Todos los días, a las cinco y media de la tarde iba allí, se sentaba y observaba a la gente pasar. La misma gente que juntos habían observado años atrás.
Permanecía sentado en el banco durante dos horas. De repente, empezó a fijarse en una de las niñas que jugaban en el parque. Le resultaba familiar, pero no sabía por qué. Siguió observándola y vio que se le acercaba una mujer de unos cuarenta años. Entendió por qué le era familiar, era la hija de una de las hijas de aquella mujer que había amado durante tantos años y que aún amaba, pese a su abandono.
No podía creer que no la hubiera reconocido. Esa niña que tan buenos momentos le había hecho pasar y a la cual vio nacer. Se preocupó. Era una señal de que ya estaba envejeciendo. Había intentado evitar ese pensamiento; le entristecía pensar que le quedaba poco.
Volvió a casa por donde había venido. Conforme iba andando, las calles le parecían más extrañas y desconocidas. Se había perdido de camino a casa. Un camino por el que había pasado miles de veces.
P.d; Quiero aclarar que la de la foto es Audrey, mi mejor amiga la ama.
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